¿Quién puede
entender a un corredor? Pues muy difícil, solo alguien que tenga gustos afines
y comparta la misma afición. Un no corredor le costaría o no lo comprendería.
Si le hablamos o le sacamos el tema de un maratón o correr 42 kms., ya ni te
cuento. Te diría: ¿qué necesidad tienes de meterle esa paliza a tu cuerpo?,
seguro que te pasa factura, ya eres mayorcete para hacer estas salvajadas y
muchas pegas más. Correr para mí un maratón es una experiencia vital, es
la lucha, la superación, los momentos malos, los momentos de glorias y en fin,
como la vida misma.
Como en los
últimos nueve años allí estaba, cargado de ilusión y dispuesto a disfrutarsufrir
como muy bien dice un amigo. En esta edición tenía depositada muchas ilusiones.
Mis entrenamientos habían sido como siempre, anárquicos pero muy buenos. Tenía
un buen kilometraje acumulado, había perdido algo de peso y física y
muscularmente me encontraba bastante bien. En los últimos meses alterné bici
de montaña con las habituales salidas semanales para ir completando mi
preparación.
Desafortunadamente
a finales de enero tuve una pequeña recaída. Llevaba más de cuatro años sin
lesionarme, es más, quiero recordar que en todo este tiempo solo he dejado de
entrenar por molestias dos o tres veces. El correr de forma natural sin
amortiguación ha sido sin lugar a duda el mejor bálsamo para estar tanto tiempo
sin parar.
El gemelo derecho
dijo: "aquí estoy yo", y quiso fiscalizarme la recta final de mi
preparación. Fueron tres semanas casi sin correr, que evidentemente me
penalizaron. Intenté parar para ver si remitían las molestias, pero nada. No me
quedó más remedio que acudir al fisio, el cual me aplico dos sesiones de
punción secas con siete días de separación. Era la única forma de intentar
estar en Sevilla. Incluso llegué a plantearme desistir y no acudir si no
existían unas mínimas condiciones que me asegurasen estar limpio para tomar la
salida.
Y al final allí me
presenté, con mis dudas, pero tremendamente ilusionado y totalmente enfermo de
maratón.
El sábado por la
mañana puse rumbo a Sevilla con Javier y Jorge, cargados de ilusiones y
compartiendo vivencias durante todo el trayecto y donde nos estaba esperando
Miguel. Llegamos con tiempo para recoger los dorsales, visitar la feria del
corredor y degustar la comida de la pasta que ofrecía la organización.
En la feria pude
saludar a cantidad de amigos, nos hicimos las fotos de rigor y después de comprar
algunas cosillas a comer y de retirada al hotel. Queríamos estar tranquilos y
descansar lo máximo posible.
Y llegó el gran
día, Sobre media hora antes de la salida ya estábamos preparados. Javier y yo
estábamos en el mismo cajón, Jorge venía con otras pretensiones de tiempos y
estaba en uno anterior.
Increíble la
expectación en toda la zona. ¡Qué de gente, qué colorido y qué sensación de
carrera grande! Todo muy bien organizado y nada quedaba al azar.
Nos deseamos
suerte y al toro. Como siempre los nervios previos al pistoletazo, el spike
animando a tope y sonando a cañón el himno de este maratón "Highway
to Hell".
Y a correr. Tenía
claro que acercarme o superar mi marca en la distancia este año, sería complicado.
Me conformaba si todo iba bien con estar rondando los 3:30.
Nada más
salir, casi andando por la gran cantidad de corredores, divisé el globo que
quería que me sirviera de referencia durante toda la carrera. Mi planteamiento
era engancharme a él e intentar resistir todo lo que me permitiera el gemelo y
si todo salía bien, atacar en los últimos kilómetros para estar por debajo las
tres horas y media.
Me costó casi un kilómetro unirme al grupo del globo, pero había tanta gente que era difícil correr por el auténtico tapón, por lo que decidí aventurarme y tirar hacia adelante. Aumenté el ritmo y puse la velocidad de crucero. Durante los primeros cinco kilómetros me marcaba el reloj 4:41. Me encontraba perfecto con buenísimas sensaciones y con unas inmensas ganas de ir devorando distancia. Llegamos al diez y sigo de lujo, continúo haciendo parciales muy buenos incluso inferiores a 4:40, llego a emocionarme y empiezo a creer que me puede salir un carrerón. En el doce me tomo un Totum y me fijo el siguiente objetivo la media maratón. Sigo de fábula, los kilómetros van pasando rapidísimos las piernas responden y las fuerzas siguen intactas. Al llegar a la media, subidón. Cruzo el arco en 1:39 muy por debajo de lo que tenía previsto. Increíble las sensaciones. Me encuentro con un corredor en huaraches y entablamos una pequeña conversación, me anima a que siga ya que voy a un ritmo superior y él va algo tocado, nos deseamos suerte y a por la siguiente meta, que la fijo en el treinta. Impresionante la animación, todo el mundo dando ánimo y volcado con los corredores. Voy parando en todos los avituallamientos, como tengo de costumbre, no dejo pasar ninguno, incluso me detengo para beber. Sobre el veinticinco el gemelo me da un aviso. Bajo algo el ritmo y pienso que posiblemente no haya sabido gestionar la euforia y que lo podría pagar en lo que quedaba, que aún era un mundo. Continuo a buen ritmo, pero ya subiendo los parciales y me tomo el segundo totum. El gemelo cada vez está más tenso y me entra un angustioso pavor. Solo deseo pasar el campo del Betis y entrar en la Palmera. Al pasar por el Benito Villamarín me animo, debido a la gran cantidad de gente que hay y empiezo a autoconvencerme de que, modulando el ritmo, puedo tener a raya el gemelo e intentar llegar medio bien, pues las fuerzas no me faltan y de motor voy fenomenal. Pasamos la Palmera y entramos en una de las zonas más bonitas, el Parque de María Luisa y la emblemática Plaza de España. Por aquí prácticamente el público te lleva en volandas. Increíble el gentío, muchísimos niños dándote la mano y animando a los corredores, una autentica pócima de la que nos nutrimos para lo que va quedando.
A partir de aquí, entramos en una zona que no me gusta nada. En Ronda de capuchinos me tomo otro Totum y llegamos a la Macarena en el treintaiocho. Ya queda poco o mejor dicho queda lo mejor. Por la alameda de Hércules ya voy regular, el ritmo ya no es bueno y el gemelo me va avisando de que ya está bien. La Catedral, Reyes Católicos y por fin el ultimo kilómetro. Aprieto todo lo que puedo e intento disfrutar envolviéndome en el idílico momento que supone terminar el maratón. Impresiónate la llegada, esprinto y cruzo el arco. Una vez más he vencido a Filipides. Se me hace un nudo en la garganta e inevitablemente salen las típicas lagrimillas, no lo puedo remediar. Una chica me entrega la medalla y saboreo el momento. Al final el garmin me marca 3:26 contentísimo. He cumplido lo que llevaba en mente bajar de los 3:30. Mi duodécimo maratón ha sido diferente a los anteriores.
He disfrutado de lo lindo en la primera mitad, donde he corrido con poderío y con sensaciones inigualables, acumulando un rédito que me ha servido en el resto, para hacer un registro bastante decente. Mis compañeros también terminaron y cumplieron sus objetivos: Jorge se marcó un tiempazo parando el crono en 3:13, Javier igualmente cumplió bajando los tiempos de las últimas ediciones dejando el crono en 3:39 y Miguel contentísimo completando su primer maratón en huaraches en 3:51. No me quiero olvidar de mis compis de mi club: Joel, que terminó en 3:10 y Tiri que completó la distancia en 3:15. Enhorabuena campeones.
En lo que
respecta a mi participación, destacar que a pesar de todo, ha sido una buena
carrera. He valorado en cierta medida que para enfrentarse a este tipo de
prueba es imprescindible ir limpio en cuanto a lesiones y no dejar nada al
azar. El maratón no te regala casi nada, solo la recompensa del esfuerzo
realizado día a día y el respeto por dar lo máximo sin espera nada a
cambio, solo el premio de vencerte a ti mismo cruzando la meta. El año próximo
volveré pues correr en Sevilla es una Maravilla….
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