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KEEP CALM and GO BAREFOOT

viernes, 2 de mayo de 2014

No hay quinto malo. Madrid Rock "n" Roll

No hay quinto malo,  y así fue.  Como dice este popular dicho taurino, nos enfrentábamos de nuevo a esta distancia mágica y aterradora que nos quita el sueño y nos engancha de tal forma, que no hay  manera de que podamos evitarla.


Hace varios meses que teníamos previsto correr este maratón. Para Miguel  era la primera vez que corría en Madrid. Yo repetía, pues  participé hace tres años, pero para los dos era nuestro quinto maratón.
El fin de semana prometía y mucho. Todo empezó el sábado cuando en Atocha me recibe mi amigo, viaje cómodo desde Algeciras, él había llegado varias horas antes desde Sevilla. Como siempre nuestro saludo militar seguido de un fuerte abrazo.  No podíamos ocultar la alegría de encontrarnos de nuevo y sobre todo de de las vivencia que estaban por llegar. Nos instalamos en el hotel y rumbo a la feria del corredor. Las bolsas las había recogido Miguel con antelación , por lo que fuimos directo a la comida de la pasta. Ambientazo en toda la zona y una larguísima cola para entrar a comer. Afortunadamente trascurrió con bastante rapidez y no tuvimos que esperar mucho tiempo. La comida, regulin, el típico plato de macarrones,  una naranja y la bebida, eso sí, se podía repetir. La verdad es que fue escasilla y nos quedamos con un poco de hambre, pero en fin, ya habría tiempo de reponer a lo largo de la tarde. Entramos a la feria y nos quedamos gratamente sorprendido del ambiente y de la cantidad de expositores que había. Algunas fotos, a  curiosear y a vivir el momento. Nos sorprendió un stand, donde se daba a conocer el primer maratón internacional de Tánger, también organizado por la misma empresa  que  el mapoma. Este año no podrá ser, ya que es el 1 de Junio, pero para el año que viene habrá que incluirlo en el calendario, ya que  lo tenemos a 45 minuto de casa.  Después de más de dos horas dejamos la feria y nos dirigimos a realizar algo que estaba dentro de nuestras principales premisas, el típico bocata de calamares. Y así entre cervezas  y cervezas  transcurrió el sábado.
Rin rin rin, el despertador sonó a las seis y media.  Se dice que la noche pre-maratón, cuesta conciliar el sueño, pero en lo que a mí respecta, nada más lejos de la realidad, dormí  toda la noche del tirón,  Miguel regular.
Contundente desayuno  en el hotel y rumbo andando  para la zona de salida.  Increíble la cantidad de corredores, las calles adyacentes a la Cibeles eran auténticos ríos humanos.  En los rostros de los corredores se podía diferenciar las inquietudes de cada uno. En algunos la seriedad y el recogimiento, podía ser muestra de la tensión existente de poder  realizar algo muy importante, en cambio otros  aprovechaban los momentos previos, para la típica foto graciosa y la pertinentes bromas para aplacar  e intentar esconder esos  inevitables nervios que todos tenemos.
Nos situamos  en nuestro cajón y a esperar el pistoletazo. Las pulsaciones a tope y como siempre las mariposas haciendo de las suyas en el estomago. Nuestra intención era en primer lugar terminar la carrera. Éramos conscientes  de que solo una  lesión nos impedirían cruzar la meta, pero en mi caso lo tenía muy claro. No quería padecer el mismo calvario de tres años atrás, en el cual los últimos once kilómetros los hice lesionado y luego me costó más de dos meses superar aquella dolencia. Si todo salía según guión, el ritmo que queríamos llevar tenían que estar ente los 5,10 y 5,20, sobre todo para poder cumplir nuestra principal premisa que no era otra que el poder disfrutar de Madrid y de su maratón.



La música a tope, y de pronto a correr. Pincho el crono al pasar por el arco y a conquistar Madrid.  Imposible correr al principio. Los primeros seis  kilómetros  trascurren muy tranquilos, somos conscientes de que podemos ir algo más rápidos, pero no mantenemos a un ritmo cómodo y constante.  Poco a poco vamos adelantando corredores por donde podemos.  Pasamos junto al Bernabéu y nos paramos. Miguel quiere inmortalizar su paso por su templo sagrado y le hago un par de fotos. Hasta llegar a la zona  de la plaza de Castilla, todo es subida, aunque no muy pronunciada pero siempre hacia arriba. Llegamos a Bravo Murillo y empezamos a descender, por esta zona la carrera ya está bastante estirada y aumentamos el ritmo, nos dejamos llevar y le vamos ganando tiempo al crono. Muchísimo apoyo popular por toda esta zona. Llegamos al kilometro quince en 1:21, hasta la presente todo normal. Miguel en todo momento va controlando sus pulsaciones y me va transmitiendo tranquilidad. Nos vamos haciendo fotos y disfrutando de todo.
 Nos lanzamos a por la media maratón, hacemos calculo y si todo sigue igual, podemos hacer un buen registro. El terreno sigue siendo bastante favorable y poco a poco nos vamos adentrando en la zona más bonita del maratón: la Gran Vía, calle Preciados, Plaza Mayor y calle Mayor. La piel de gallina, qué de gente animando e irremediablemente aceleramos el ritmo. Imposible abstraerse de lo que nos rodeaba. El calor empieza  a aparecer y llegamos al Palacio Real, kilometro veinte en 1:42. Nos volvemos a hidratar en el avituallamiento y a por la media .  Al pasar por el arco  nos marca el crono 1:48. Ya tenemos la mitad en la buchaca, comentamos que se nos ha pasado volando, y hasta la presente todo perfecto, algún que otro calambre pero todo dentro de la normalidad. Y ya a restar, sabemos que nos queda lo más duro, pero somos conscientes de que lo llevamos todo controlado . Nuestro siguiente objetivo, el treinta. Pero antes tenemos que supera la temida Casa de Campo. En el veinticuatro sufro un pequeño bajón, me entra mucha sed y aparece  algo de temor pero sé que pronto llegará el avituallamiento y seguro que me repongo, pero hasta el veintiséis no llega. Me paro, me tomo dos vasos de isotónico y cojo un botella de agua para pasar  toda  la casa de Campo a la vez que me tomo una pastilla de glucosa. Afortunadamente me recupero y con    Miguel   ayudándome con sus ánimos volvemos de nuevo al ritmo de crucero siempre sobre los 5-5:10 el kilometro. En el veintinueve me encuentro a Javi Unyko que está haciendo fotos. Lo saludo y  me da ánimos.   Por fin dejamos esta zona y llegamos al treina, 2:33. Las fuerzas ya no son las misma, las piernas empiezan a pesar. Los kilómetros pasan más lentamente, hace calor y no voy bien, mi compañero no para de animarme, le digo que tire y que nos vemos en la meta, pero nada, se queda ayudándome. Llega el treinta y cinco y sigo igual, hemos bajado el  ritmo, nos animamos mutuamente, “venga que está hecho”. Pasamos por la zona de atocha, la gente continua abarrotando las calles y dando aliento. A partir de aquí empezamos una ligera subida que nos pasa algo de factura. Miguel me comenta que no anda muy bien, tiene algo de fatiga pero sigue como un campeón. La gente ya prácticamente nos llevaba en volandas. No queda nada, llegamos al final de la calle Príncipe de Vergara y casi divisamos el retiro, ya todo es dejarse llevar. Y  por fin entramos en el paseo donde está situado la meta. Ahora si, como siempre el nudo en la garganta, disfrutando a tope y viviendo el momento mágico que son los últimos metros. Cruzamos la meta agarrado de la mano y nos abrazamos, objetivo cumplido.  Al final paramos el crono en 3:41, no ha sido mi mejor marca, pero si la carrera en la que he disfrutado más, gracias a mi amigo Miguel. Por fin me pude sacar la espina que me clavó este maratón hace tres años. Hemos vuelto a vencer a Filipides.