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KEEP CALM and GO BAREFOOT

jueves, 23 de febrero de 2023

MARATÓN DE SEVILLA 2023



  

Pues sí, otro año más volvimos a Sevilla y van unos cuantos. Como dijo el célebre Zatopek: si quieres correr, corre un kilómetro. Si quieres experimentar una vida total diferente, corre un maratón. En esta reflexión el atleta checo dejaba claro que correr un maratón es vivir una experiencia inolvidable donde nos enfrentamos a un enemigo al que una vez vencido desata nuestras emociones. Correr un maratón es algo más que correr, aunque los que no están en estos mundillos es difícil que lo entiendan.

Como en las últimas ediciones mi compi Javi y Yo nos presentamos en Sevilla. Que locura, hace mucho que nos contagiamos de esta fantástica enfermedad y de la que no nos queremos curar nunca. Mientras tengamos fuerzas, hablo por los dos, estaremos por aquí.

Y allí estábamos, con nuestras limitaciones, nuestros miedos y con ese stress precarrera que siempre se tiene cuando tenemos por delante este desafío.

Este año me encontraba con sensaciones contradictorias. Había entrenado muy bien hasta principio de enero y a partir de aquí, casi todo se había torcido. El trabajo y sobre todo, una gripe casi incurable me había dejado postrado en un pozo del que no había forma de salir. Han sido muchos días sin entrenar, las tiradas han lucido por su ausencia y a las pocas salidas  a las que me atreví a enfrentarme, me hacían retroceder en vez de avanzas.

Pero no había escusas, teníamos que estar y así fue. Que salía bien, pues fantástico, que se daba mal, pues a sufrir y a intentar llegar lo más dignamente posible y así cumplir con nuestro compromiso y no defraudar a nuestro primo Filipides.

Fantástica mañana, la temperatura ideal y todo perfecto para correr. Sevilla nunca defrauda a su maratón y siempre arropa en lo climatológico a sus corredores.

Como siempre un ambientazo increíble en el paseo de las delicias. Doce mil almas revoloteando por toda la zona, transformaban la salida en un inmenso laberinto de colores donde todos los corazoncitos cada vez más, se aceleraban en la cuenta atrás, donde  el speaker se dejaba la garganta.

Las mariposas como siempre haciendo de las suyas en el estómago, los vellos de punta y a correr. Me había colocado con el dorsal naranja en el cajón de 3:15 – 3:30. Sabía de antemano que esa posición no se correspondía con mi estado de forma, pero lo escogí meses atrás cuando hice la inscripción, tomando como referencia la marca  del año anterior que fue 3:21.

Salida multitudinaria, casi imposible correr al principio. No se formó ningún tapón por la amplitud de la avenida, pero hasta que no se estiró la carrera no pude empezar a apretar.


Nada más salir, empecé como siempre a autoconvencerme de que  todo tenía que ir  bien. Muscularmente me encontraba perfecto sin ninguna molestia, cosa rara y con muchas ganas de disfrutar y pasarlo bien. Mi intención era de ir a un ritmo alegrote pero conservando la mecánica y conforme fuesen pasando los kilómetros ya iría viendo. Había que gestionar la carrera a la defensiva y con mucha cabeza. 

                 

Nada más pasar el km. cinco comenta un corredor, "vamos a 4:42", joder fenomenal. Me encontraba muy bien y además el ritmo era perfecto. Había decidido no mirar el garmin, para no tener que ir  haciendo las típicas cábalas. El comentario me animó, pensaba que no iba tan bien. Me regalé una gominola y a continuar. El siguiente objetivo era el diez, llegó casi sin darme cuenta. Las sensaciones seguían siendo muy positivas, continuaba muy cómodo y disfrutando a lo grande. Como siempre en todos los avituallamientos me paraba y bebía. Aunque parezca mentira aún  no he aprendido  a beber corriendo. No perdoné ni un solo puesto. Y a por la media maratón. Paso el arco en 1:42. Subidón, iba bastante bien y ya me había cepillado la mitad, ahora a descontar, empezaba lo complicado.  El siguiente objetivo el campo del Betis sobre el km. treinta y dos. Antes de llegar al estadio, empiezo a notar los primeros síntomas de cansancio, me tomo un Totum y una barrita y al ataque. A partir de aquí empieza la Palmera. Este tramo como siempre se me hace interminable, es una recta que no tiene final. Me cuesta superarla, pero al fin y afortunadamente entramos en la Plaza de España. Extraordinaria la animación, el gentío impresionante, cantidad de personas animando y los vellos de puntas. El pasar por esta zona es como recibí un auténtico bálsamo, se flota en vez de correr, es   sin duda la zona más bonita con diferencia de todo el recorrido. Las fuerzas ya van justas, pasamos por Ronda de Capuchinos y la Macarena. Aunque muscularmente voy muy entero, cada vez voy más lento. Noto que continuamente me van adelantando corredores, mala señal. De vez en cuando intento unirme a algún grupo, pero me es imposible. Sin duda voy pagando la falta de entrenamiento, pero ya casi está. Veo la Torre de los Perdigones, lo que indica que  entramos en el autentico centro de Sevilla.  Ya no queda nada, hay que seguir. La alameda de Hércules como siempre super animadísima, calle Tetuán y por fin La Catedral y la Giralda. Ya lo tengo, se que lo voy a conseguir. Como siempre empiezo a emocionarme, saco fuerzas de donde no hay y al terminar Reyes Católicos, empiezo a oler la meta. La megafonía a cañón, veo el arco y aprieto los dientes, intento esprintar, pero imposible. Voy justísimos y por fin una eclosión de satisfacción me invade. Cruzo el arco y las inevitables lagrimillas empiezan a brota. El ultimo kilometro lo he sufrido y disfrutado a la vez. 

Ha sido un maratón durísimo en su segunda mitad, pero el objetivo lo he más que cumplido. He vencido de nuevo al maratón y eso para mi es lo importante. Al final los 3:35 me parecen un marcón. Recojo la medalla, las pertinentes fotos para el posterior postureo y se  acabó. Ha sido mi decimo cuarto maratón. Me he divertido, lo he disfrutado y lo he sufrido, ha sido un increíble carrusel de emociones. Creo que como siempre ha sido duro, aunque esta vez ha costado más de la cuenta llegar. Mis pies fenomenales, curiosamente no he visto a ningún corredor con sandalias este año. Mi amigo Javier, también venció a Filipides y sumó su enésima maratón. El año que viene volveremos, no tenemos la menor dudas e intentaremos ganar  otra vez  nuestra carrera favorita….

viernes, 18 de noviembre de 2022

57 BEHOBIA - SAN SEBASTÍAN

Hacía mucho tiempo que tenía apuntado en rojo sobre el calendario correr esta carrera. Como se dice en el mundillo runnero, todo corredor debe de peregrinar a la behobia por lo menos una vez en la vida. Es algo más que una carrera, es una forma de entender el deporte, de vivir algo distinto a lo habitual y sobre todo, es disfrutar de una fiesta donde los corredores son tratados como auténticas estrellas y donde el público y los aficionados  juegan un papel fundamental, volcándose en masa desde el principio hasta el final.

Cuantas veces había pensado en correr esta carrera, pero  era dificil. La logística desde un punto tan distante como es Algeciras hasta San Sebastián no era fácil. Por motivos de trabajo, había que gestionarlo todo en el fin de semana.

Ring Ring, sonó el despertador el sábado a las 4 de la madrugada, había quedado con Pedro con quien iba a compartir viaje y carrera. Había que ir hasta el aeropuerto de Málaga para coger el vuelo que salía a las 6:50 hasta Bilbao.  Una vez allí recoger el coche que teníamos reservado y rumbo a San Sebastián. Sobre las 11 llegamos al Kursaal, que es donde estaba todo concentrado, recogida del dorsal, de la bolsa del corredor y donde teníamos previsto dejar la mochila con la ropa pos-carrera.  Curiosamente no había feria del corredor, algo extraño para una carrera de esta magnitud. Solo existían uno stands de luanvi con productos de su misma marca y todos referenciados a la behobia. Una vez todo arreglado, pusimos rumbo al casco viejo donde pudimos disfrutar de los exquisitos  y famosos pintxo y del txakolí de Donosti. Un manjar para la vista y el paladar. Todo el centro de San Sebastián, estaba repleto de gente, abundaban los que  iban a participar, reconocible por la indumentaria deportiva. Multitud de franceses y de participantes de todas las regiones.

Ya con el estómago bien lleno, nos fuimos hasta la bonita localidad de Leitza, que es donde teníamos el alojamiento.  Teníamos que descansar y preparar toda la logística para la carrera. Para Pedro, era su cuarta participación en la behobia, gran conocedor de todos los pormenores y detalles de la carrera, lo que me ayudó   a afrontar con cierta garantía toda la gestión de la carrera.

Y llegó el gran día. Igualmente hubo que meterse de nuevo un madrugón, teníamos previsto llegar hasta Anoeta, dejar el coche en los alrededores y coger el tren hasta Irún que es donde se encontraban los autobuses lanzaderas que nos llevarían hasta la  salida justo en la frontera francesa.

Una autentica marea de corredores por todos los lados inundaban la zona. En esta edición cerraron los dorsales con 30000 participante. Todo superbién organizado y muchísima atención al corredor. Impresionante el ambiente, la música a cañón, corredores por todos los lados calentando y muy buen rollo. Nos tomamos un café y una chocolatina que ofrecía la organización, un detallazo.

La temperatura fantástica, 18 grados a las 9 de la mañana, algo inusual a estas alturas según los lugareños. Esta carrera siempre se ha caracterizado por disputarse en un ambiente frio y lluvioso, menos mal que este año fue todo lo contrario por lo menos para nosotros. Por aquí la gente está acostumbrado a otro tipo de climatología.

Y llegó la hora. Nos situamos en el cajón correspondiente, teníamos la salida a las 10:10.  Los grupos salían de 10 en 10 minutos, pistoletazo y a correr. Nada más salir, se produjo un pequeño tapón que enseguida se estiró éramos 2000 los que salíamos con dorsal rojo. La salida magnifica, íbamos bordeando el Bidasoa con destino a Irún, toda esta zona  era un espectáculo de animación, nada más entrar enfilamos una cuesta que nos dirigía al centro de la Ciudad.  En principio no me había planteado marca ni ir a un ritmo determinado, mi objetivo era disfrutar y pasármelo a lo grande, ya habría otras carreras para apretar. De momento voy a un ritmo comodísimo. El centro de Irún es un hervidero de aficionado, me llamó la atención un grupo de abueletes con cencerros metiendo basa y animando. Nada más salir pasamos por unas series de toboganes donde la gente ya se iba situando en su sitio. Sobre el kilómetro seis comienza la temida subida al Alto de Gaintxurizketa. Son unas rampas sin treguas y que cada vez se van empinando hacia arriba, de momento voy de lujo, establezco un ritmo contante y para arriba. Adelanto a mucha gente, son corredores que habían salido a tope y ya empiezan a quedarse, incluso alguno iba ya andando. Miro para atrás y veo que Pedro empieza a quedarse. Habíamos quedados que cada uno fuese a su bola y que ya nos encontraríamos en la meta. Al coronar el alto continuaba la animación. Me voy encontrando cada vez mejor, miro el reloj y me va marcando un ritmo inferior de 4:50, de lujo. Empezamos a bajar y muchos aumentan los ritmos, yo continuo a lo mío, intento recuperar para lo que queda. Cuando terminamos de bajar empezamos por unas zonas de sube y bajas, auténticos rompepiernas que ya empiezan a pasar algo de factura. La temperatura sigue subiendo y ya se empieza a sentir calor. Voy bebiendo en todas las zona de avituallamiento, es más me paro, bebo y continuo. Se me hace muy difícil beber corriendo, tengo que ensayar esta técnica, siempre me pasa igual. En el kilómetro doce  entramos en una de las zonas con más animación de la carrera, Rentería. Pasamos por una avenida muy grande totalmente abarrotada de gente animando. Lo bellos como escarpias y por aquí  se iba como se suele decir en volandas. Impresionante el paso por esta localidad, creo que poca gente se había quedado en sus casas. Nada más salir de Rentería, nos encontramos con la segunda dificultad, la subida a Capuchinos, una cuesta no muy larga pero importante. Los últimos metros, se me hacen muy pesados. Ya no voy tan fino. La carrera empieza a pasar factura. Vamos por el kilómetro catorce, va quedando menos, pero hay que seguir. Pasamos por Pasajes donde me recreo con unas vistas muy chulas del puerto y la bahía. Curiosamente el reloj me sigue marcando un ritmo medio por debajo de 4:50. Pensaba que iba peor, subidón y a por el temido alto de Miracruz.

Me encuentro con un corredor descalcista que ya lo conocía de un maratón en Sevilla, nos saludamos deseándonos suerte. Sigo apretando y curiosamente recupero bastante, me como dos trozos de plátanos en un avituallamiento y a por la temida cuesta. Este alto de Miracruz es de solo de un kilómetro, pero de un desnivel brutal. La animación por aquí superaba todo inimaginable. Ya lo duro lo tenía hecho, solo quedaba dejarse caer hasta San Sebastián. Nada más pasar el alto decido quitarme las sandalias y continuar descalzo. Me paro en un hueco entre la gente y me descalzo. Todos los que habían allí se sorprenden y me dan ánimos. Ya queda poco y empiezo a volar, nunca mejor dicho. Voy flotando, disfrutando de cada zancada, del paisaje, de la gente, del entorno, en fin, una maravilla. Entramos por el barrio del Gross y enfilamos la recta de la alameda del bulevar.  A lo lejos diviso los arcos de la meta, no tengo ganas de que se termine. Aunque cansado aún tengo suficiente combustible para seguir. Impresionante la llegada, un ruido ensordecedor por los gritos de la gente y de la megafonía. Cruzo la meta y paro el reloj en 1:34.

Un corredor se me abraza  y me felicita casi llorando. Le doy la enhorabuena y nos dirigimos a por la medalla como si fuésemos amigos de toda la vida. Nada más terminar, se nota la grandeza de esta carrera, la exquisita organización y la atención a todos los corredores.

Mi amigo Pedro, entró seis minutos por detrás y super contento por su carrera.

Ha sido una carrera diferente. He corrido para disfrutar no para competir, he gozado de cada metro recorrido de los veinte kilómetros y sobre todo me lo he pasado a lo grande, que a estas alturas es de lo que se trata. Todo perfecto en un fin de semana intensísimo que habrá que intentar repetir el próximo año.