Que de cosas pasan por la cabeza cuando corres un maratón. Un
cúmulo de sensaciones inexplicable deambulan por nosotros sin un argumento lo
suficientemente convincente para aclarar el que
hacemos aquí. Son momentos
difíciles, nos machacamos, sentimos dolor, nos quedan secuelas, pero también en
el haber están esos momentos que no cambiamos por nada. Todo
esto hace que sigamos y sigamos en esta
aventura de la que estamos enfermo y que es como la propia vida, con sus
sinsabores y con las satisfacciones, que es con lo que nos quedamos.
Esta vez era el octavo…..uff,
bonita cifra para luchar contra Filipídes. Todo apuntaba bien. Las sensaciones
mejor que nunca. El plan que llevé brilló por su ausencia. Como siempre
saliendo a correr por sensaciones y los domingos apretando un poco más. Siempre me funcionó este sistema, aunque no puedo dejar de reconocer que
son efectivos, nunca he sido amigo de esos planes metódicos y milimétricamente diseñado para hacer una
determinada marca. Prefiero el día a día e
ir sumando el máximo de kilómetros.
Presumía que todo
podía ser distinto. Había algo muy importante que lo podía cambiar todo.
Era mi primer maratón con sandalias. Algo nuevo, ilusionante al que tenía que
plantarle cara con las posibles dudas que me acompañaban.
Con Javi Hernández viví el antes y el después. Fueron parte de dos días en los que
compartimos experiencias, anécdotas y sobre todo en los que aprendí mucho de
sus correrías por todo el mundo. Javier
es un consumado ultranfondista que no le queda carrera importante por disputar.
Llegamos el sábado al medio
día a la feria, bastante animación, las fotos de rigor y para la comida
de la pasta. Un platazo nos metimos, había que cargar hidratos para el Domingo.
Al día siguiente madrugón, este año era más temprana la
salida. Desayuno contundente y rumbo al olímpico. Lloviznaba algo, que unido al
viento y a la humedad reinante, formaban un aterrador escenario que nos hacía
dudar.
Pistoletazo y a correr. Afortunadamente un poco antes de la
salida dejó de chispear y curiosamente el viento también desapareció como por arte de magia. Como siempre la música
a tope y AC DC acompañando momentos antes. Los vellos de punta y palante.
Mi intención era la de tener un ritmo constante y mantenerme, siempre que las fuerzas estuviesen
de mi lado, por delante del globo de 3:30. Y así fue. En todo la carrera no me
adelantó.
Los cinco primeros kms. pasaron volando, ni me enteré. El garmin me iba marcando un ritmo medio de
4:37. Iba muy cómodo, disfrutando en todo momento de la carrera y de Sevilla. Siempre que he
participado en un maratón, tengo una
mínima que la llevo a rajatabla y es parar y beber en todos los avituallamientos,
pienso que es fundamental la hidratación en una carrera tan exigente.
Siguen pasando los kms. paso el diez en algo más de 45
minutos…bien. El ritmo sigue controlado,
las sensaciones buenísimas y todo funcionando a la perfección. Los pies sin
problemas y cada vez más contento.
El paso por la zona de la Macarena, espectacular, muchísima gente animando y dando calor a los corredores. El siguiente objetivo era el
del medio maratón, pensaba que si llegaba sobre los 1:40, sería todo un éxito,
pero cuál fue mi sorpresa que cuando pasé por el arco el crono marcaba 1:38.
Subidón, se me empieza a pasar por la cabeza que puedo bajar de los 3:30. El globo muy por detrás, de vez
en cuando volvía la vista y sin rastro de él…buena señal. Mi siguiente referencia: el campo del Betis, aún
quedaba mucho, pero ya empezábamos a descontar.
Era consiente que aunque me encontraba bastante
bien, los momentos malos tendrían que llegar y así fue. En el 28 me vino un
pequeño bajón. Las fuerzas ya no eran las mismas y opté por tomarme un totum
que lo tenía reservado para un poco más adelante. Bebí dos vasos de acuario
y de nuevo empecé a recuperar, aunque ya no iba tan fino. Afortunadamente pasó
y llegue al Villamarín en el 32. Empezó
la Palmera, interminable, posiblemente uno de los tramos más temidos del maratón,
lo positivo, que al final nos metíamos de lleno en lo mejor. El parque de María
Luisa, impresionante, qué bonito, qué luz, qué animación, qué de gente. Me adelanta un corredor con sandalias, nos saludamos
y estuvimos un rato conversando. Le
pregunto qué de donde es, y me responde,
joder…. de Bilbo, ostias…. que bonito
es correr por Sevilla. Me anima a que sigamos junto pero le digo que siga, iba
un puntito más rápido. Entramos en Reyes Católicos y al pasar por la Catedral
casi había que correr en fila india por la cantidad de gente que había animado.
Pasamos por el Duque, la Alameda y por fin el rio y la Barqueta. Empiezo a
mirar más asiduamente el crono, los cálculos mentales que hago me dan como
resultado que los sub 3:30 prácticamente los tengo en el bote. Aparece a lo lejos el Olímpico y aprieto los
dientes. Ya no queda nada, increíblemente voy mejor de lo esperado . Entro en
el túnel y me sumerjo en la magia que
envuelve el final de esta maravillosa carrera. Paso el 42 y enfilo la recta
final, me niego a mirar el digital de la meta, cruzo el arco y paro el crono.
Miro el reloj y me llevo el sorpresón
3:23:08. Increíble, no me lo creo, he hecho MMP, menudo bocado le he metido a
mi marca, más de 4 minutos. Irremediablemente se me saltan las lágrimas. Que satisfacción
más grande. Una chica me da la medalla y
como es preceptivo le doy los dos besos de rigor. He vuelto a vencer al maratón
y esta vez en sandalia.
Mi amigo Javi hizo un extraordinario maratón, parando el
crono en 3:33, fenomenal. No me quiero olvidar de tantos amigos con los que he compartido entrenos como Cathy,
Inma, Natalia, Jorge, Dani, Raúl Lasa, Jesús López, Raúl, Pepe Corbella, Jaime,
Salvador, Jesús García, Javier Rocha y Jesús Zarza entre otros. Además de Miguelón que estaba en el 26 de voluntario. Enhorabuena a todos. También destacar que nuestro club
ocupó el puesto nueve en cuanto a la clasificación por participación, un
pelotazo.
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